La chica de la mochila azul miró al frente, a la fila de personas que remoloneaban en el espacio con sus mentes, pensando en la más banal de las banalidades. Se sentía cubierta, protegida por su reino de hielo, por ese cubo transparente que la rodeaba y que la hacía etérea, alejándola de nosotros, simples mortales.
Cuando giré el mentón para observarla y ví las formas impresas en su iris azul metal pude sentir el aura de incomprensión, el trozo de mundo que la separaban de la realidad. Quería ser invencible, prácticamente inexistente tras su caja musical.. y sus oídos no oían y sus ojos no pestañeaban...
Ella continuaba flotando en el hielo, analizando a todos y cada uno de los pasajeros. Quería ser tantas cosas... pero un lágrima fluyó por su mejilla delatándola y convirtiéndola en pura fragilidad, debilidad personificada. El hielo dejó de ser su reino ahora era su prisión, una prisión en la que cientos de cadenas que el miedo había creado la retenían y la impedían salir a la superficie.